28 de març 2007

VOCACIÓN

Llevaba meses intentando participar en el próximo atraco. Necesitaba que alguien confiara en mí. Ésta vez el golpe estaba planeado contra una sucursal que hay delante del bar de mis padres. Era la oportunidad perfecta para recuperar el respeto de todos los que de pequeño me humillaron y , de paso, demostrar a mi jefe que servía para algo más que para rellenar los vasos en las timbas de póquer.
Me miró con ojos desconfiados pero al fin me alargó las llaves del coche junto con unas instrucciones: " No entrarás al banco. Esperarás en el coche y si hay problemas despistarás a la policía. No hay nadie aquí que conozca ese barrio mejor que tú."
Di el contacto. El motor rugió y salimos bruscamente a la calle. En la primera esquina ya no era yo quien conducía, sino el personaje con gafas de sol y cigarrillo en la boca, que en apenas un minuto había construido. El humo me cegó. Atropellé a una anciana que cruzaba en aquel momento la calle. Despues me estrellé contra una patrulla de policía vacía. Tras la colisión entendí que aquel trabajo no me motivaba

9 de març 2007

Si saboreas el modo de engancharte al proceso de juntar palabras encuentras reconfortante explorar las mil maneras de decir las cosas más simples de la existencia. Aunque no todo es poner letra tras letra ya que economizar el lenguaje es algo que esta al alcance de muy pocos. ¿ Que se busca entonces? ¿Decorar lo que se puede decir fácilmente ?. En la simplicidad del lenguaje radica la sultileza de un mundo que nos apela constatemente: el magmetismo de una mirada, el telegrama de un apretón de manos o una lágrima furtiva secada con discreción. Toda expresión verbal o escrita tiende irremediablemente al silencio. El silencio será, probablemente, la mejor manera de decir las cosas que uno no alcanza a comunicar.

8 de març 2007

Después de tanto tiempo uno duda ya de que las palabras le vengan a la cabeza o los dedos encuntren las letras en el teclado. Una vez superado esos obstaculos le asalta la duda de si alguien leerá alguna vez esto. El fin último de un diario es ser violado por la mirada de alguien que no lo escribió. Y eso parecen buscar estas palabras; alguien que las reproduzca en su mente, que las mime con los ojos y que las olvide una vez diluida la excitación. Así que, despues de varios meses en silencio, grito al aire una proclama muda: que nadie lea mis palabras, que nadie las comprenda y que desde este rincón surga el olvido que me merezco.