28 de març 2007

VOCACIÓN

Llevaba meses intentando participar en el próximo atraco. Necesitaba que alguien confiara en mí. Ésta vez el golpe estaba planeado contra una sucursal que hay delante del bar de mis padres. Era la oportunidad perfecta para recuperar el respeto de todos los que de pequeño me humillaron y , de paso, demostrar a mi jefe que servía para algo más que para rellenar los vasos en las timbas de póquer.
Me miró con ojos desconfiados pero al fin me alargó las llaves del coche junto con unas instrucciones: " No entrarás al banco. Esperarás en el coche y si hay problemas despistarás a la policía. No hay nadie aquí que conozca ese barrio mejor que tú."
Di el contacto. El motor rugió y salimos bruscamente a la calle. En la primera esquina ya no era yo quien conducía, sino el personaje con gafas de sol y cigarrillo en la boca, que en apenas un minuto había construido. El humo me cegó. Atropellé a una anciana que cruzaba en aquel momento la calle. Despues me estrellé contra una patrulla de policía vacía. Tras la colisión entendí que aquel trabajo no me motivaba