3 de gen. 2008

UNA DÉCIMA DE SEGUNDO DE FÚRIA

Observaba cómo todos aquellos animalitos se movían tras sus bolsas de plástico llenas de regalos. la lluvia parecía que les hiriese en lo más profundo del alma y a cada gota que recibían iban agrietándose las ilusiones de una magnífica tarde en familia. A él nada de eso le parecía normal pero tantos años tras aquella barba le habían vuelto inmune. Debía, a cada instante, recibir a los niños de brazos de unos padres más preocupados por la foto que por su propio vástago. Él les cogía, les hacía alguna carantoña y les preguntaba cómo se habían portado aquel año. Los más pequeños rozaban el llanto. Los mayores le retaban, mezclando las dosis perfectas de incredulidad y una nostálgica ilusión que ( aunque ellos no lo supieran) nunca más volvería.
Él lo había pensado más de una vez. Levantarse, quitarse la maldita barba picante, sacar un revólver del bolsillo y comenzar a disparar a pequeños y mayores. Pero al final le parecía una reacción tan desnaturalizada que prefería quedarse allí parado y esperar al próximo niño. Ya no tenía gracia. " Está todo inventado" le repetía su mejor amigo cuando él le explicaba aquel arrebato. " Y además te voy a decir una cosa. Quéjate todo lo que quieras pero gracias a ese disfraz y la coña de los reyes pagas la hipoteca, por lo menos este mes" A la mierda la hipoteca.
Nunca podría decidirse a asesinar a toda aquella gente. Era demasiado cobarde y además si la policía leyese su blog sacaría conclusiones tan erróneas como evidentes.