14 de gen. 2008

WELLEK EN EL DESIERTO

Desde su furgoneta no alcanzaba a ver el motivo de aquellos gritos. Dedujo que habían empezado el ritual iniciático sin él. Se desvistió rápidamente y salió fuera. Aquello era como un circo grotesco. El peyote había alcanzado sus más altas cotas en aquellos cuerpos que minutos antes le parecían apetecibles. Las mujeres se contorneaban violentamente. Una se le acercó con rapidez y le escupió en la cara. No sabía si reír o pedirle que se calmara. Ella se colocó a un centímetro de su cara y lanzó un grito violento. Parecía que su mandíbula iba a desencajarse en aquel preciso instante.
Había perseguido a aquella mujer durante más de tres años, desde la costa este hacia la oeste y viceversa. Había leído a los beatnik. Había conducido durante días enteros por carreteras en pleno desierto. Había bebido el café mas asqueroso que podía recordar. Y en aquel momento en que ella le mostraba sus pechos y le apretaba la bragueta, él comenzó a sentir que no necesitaba perder más tiempo y que se sentía viejo para todas aquella gilipolleces.
Cuando alcanzaba ya la furgoneta dispuesto a ponerse los pantalones y largarse de allí un anciano con una barba infinita le dio un brebaje caliente que él bebió con extraña familiaridad. Segundos después recordó lo mucho que le gustaba aquel florido desierto y saludó a los cactus que le llevaban junto a aquella serpiente que bailaba junto a la hoguera.