JOHN LAMBER AD MEMORIAM
Os explicaré mi primera entrevista con la carrera de periodismo recién acabada. Me mandaron a hablar con John Lamber. Muchos no le conoceréis porque las canicas ya no tienen el impacto mediático que tuvieron cuando yo era un chaval. Se trataba del siete veces campeón del mundo de esa especialidad. Muchas tardes en el parque había deseado adoptar su personalidad y darle una lección a alguno de aquellos tipos enormes que siempre ganaban sus partidas, cumpliendo con las reglas del juego o obviándolas indistintamente.
Me mandaron al Ritz. Como es de esperar yo iba hecho un flan. No me temblaban las piernas sino los dedos de las manos. Mientras cruzaba el hall en busca del ascensor pensaba cómo escribiría las notas y, más preocupante aún, de qué manera podría disimular tal signo de debilidad frente a mi ídolo.
Pero todo eso se desvaneció al abrirse la puerta de la suite. Me encontré a un hombre empequeñecido por las enormes cortinas que le refugiaban de la luz exterior. Sin que me diera tiempo a sentarme ni a lanzarle pregunta alguna comenzó a hablar. Sólo le interrumpieron mis sollozos
- Seguro que tu eres del 35. Y si eres del 35 seguro que para ti soy todo un ejemplo. Seguro que en el colegio la maestra os había hablado de mi con admiración. Pues bien chico, no sólo había admiración en sus palabras sino deseo. Todas las mujeres de este estado me han deseado alguna vez en esta vida. Incluso ahora que empiezo a ser un viejo patético. Y no creas que es algo de lo que esté orgulloso. Al principio pensé que era fantástico pero poco a poco noté que la gente me miraba de manera extraña, tal como tu me has mirado al entrar: con admiración. Pero a los diez minutos de estar conmigo les cambiaba la cara y notaba cómo la lástima les subía a los párpados . ¿Y sabes porque? Pues porque ahora me tiemblan las manos más que a ti pero no porque esté nervioso sino de una manera descontrolada. Toda la pericia que Dios me dio con las canicas me ha sido arrebatada y ahora soy un mierda con tembleque en las manos que dentro de poco no se acordara ni de como se ponen los calzoncillos. Pero aún así la gente me sigue admirando. Y yo cada día estoy peor pero ellos sólo ven al magnífico John Lamber porque pasan dos segundos a mi lado y pueden oler el magnífico perfume que aún me puedo permitir. Pero nadie se queda aquí. Los que me admiran fugazmente lo seguirán haciendo hasta después de muertos y los que me conocen un poco experimentan esa compasión que ahora te aborda a ti. Escúchame hijo- y me tomó de la mano- todo me asusta. Escribe esto: sólo quiero volver a aquellas tardes de mi infancia, sólo quiero buscar un rincón apartado donde escarbar un agujero en el suelo y jugar por última vez por puro placer........
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