26 de nov. 2007


LA MUÑECA RUSA Y JOHN CHEEVER

Una muñeca rusa que yo tuve de pequeño se puso a llorar. En casa oíamos el llanto cirílico de alguien pero nadie era capaz de localizar su origen. Tras tardes y tardes de preocupación, aquel sollozo perpetuo pasó a formar parte de nuestras vidas y ya nadie en casa se desesperaba al oírlo. Nadie excepto yo. Era demasiado pequeño y no podía quitarme de la cabeza aquel gemido de dolor que nos acompañaba a todas horas. No había leído aún a Poe pero tenía la corazonada que el llanto estaba ensordecido por algo; quizá fuese un gato enterrado en el salón, quien sabe.
Un día, sin ninguna intención de búsqueda hallé el origen del sonido que tanto me atormentaba: la maravillosa muñeca rusa que alguien había comprado en un bazar. Le quité la primera capa y el lloro cesó inmediatamente. La cara de la nueva muñeca que se escondía bajo la primera piel no dejaba lugar a dudas: ella era la causante de aquellos sollozos. Le pregunté porque lloraba.
-Porque en medio de a oscuridad llegué a creer que había muerto.
Me maravilló la sensibilidad del adorno ruso. Sin saber entonces de donde salieron aquellas palabras, le dije:
- No debes preocuparte. Yo mismo, que soy autor de El nadador, aparezco unos pocos segundos en la versión cinematográfica que protagonizó Burt Lancaster. Y no por ello me siento desgraciado sino que gozo del hecho de poder haber quedado sepultado en medio de la tramoya de una obra que yo mismo escribí hace mucho tiempo.
La muñeca me miró perpleja pensando que quien debiera llorar por su existencia desgraciada fuera yo. La misma fuerza que me había empujado a articular aquellas palabras me obligó a encerrar a la muñeca llorona dentro de su hermana mayor.
Nunca más volvimos a oírla, bueno, quizá debería decir nunca más la volví a oír porque mi familia hacía meses que la ignoraba.

Años más tarde, tras leer El corazón delator de Poe, quise ser escritor. Esperé durante interminables horas a que la voz de John Cheever me dictara un cuento inédito que, tras su muerte, hubiera quedado en el tintero. El cuento no ha llegado por ahora pero por lo menos la muñeca rusa ya no llora